miércoles, 19 de enero de 2011

El jefe o el cine sobre los otros

"El desprecio constituye el complejo emocional que articula y mantiene la jerarquía, el estatus, la categoría y la respetabilidad"
 William Ian Miller, Anatomía de asco.

Hace unas semanas, Jack Casablanca en el foro de Pajarera del medio, definió bien la actitud de quienes intentamos seguir ocupándonos del cine colombiano como críticos, a pesar del marcado anti intelectualismo del medio, o para ser más exactos, de su odio a los críticos, salvo cuando somos útiles en la rueda del mercadeo de las películas y los egos. Para Casablanca lo que hacemos representa "una nueva forma de neurosis". Asumo que es así.

Pero una película como El jefe no puede ser fácilmente ignorada o echada a la ligera en un saco común con otras producciones, a pesar de las pistas sugeridas en su equívoca publicidad, que se juega a fondo por un público masivo y popular. Aunque la campaña de expectativa, centrada en la figura arquetípica del jefe, no informe realmente nada sobre la película, le permite a uno sospechar de que se trata de otra incursión "desde arriba" en los comportamientos del colombiano promedio (¿?), con buenas dosis de desprecio racial y de clase.

Pero uno está dispuesto a confiar en que un proyecto de este tipo, coproducido con Lagarto Cine de Argentina, gestionado desde Colombia por la distribuidora independiente Babilla Cine y basado en un libro de Antonio García, uno de los escritores jóvenes mejor promocionados, un libro -Recursos humanos- escrito con la tutoría de Mario Vargas Llosa, etc, etc., uno está dispuesto a confiar -repito- en que de esas combinaciones algo bueno tiene que salir.


Pero no. El jefe es una película que toma una historia con mucho potencial sobre la tupida red de traiciones en que se sostiene el mundo laboral y familiar y la convierte en un híbrido poco afortunado entre el thriller y la comedia. Al desatender los elementos propios del primer género -intriga, suspenso, crimen-, optando por encadenarlos de forma confusa o por lo menos con inverosímiles amarres, la película se juega todas sus cartas en buscar la complicidad del público a través de un tratamiento de comedia. Y aquí se desbarranca y cae en todos los tópicos del cine colombiano.


Como es habitual en nuestro cine, la creación de personajes se reemplaza por unos cuantos rasgos de clase y de apariencia física -no voy a decir raza- que se supone que los definen. Se confía en que con esta ubicación del personaje, desde lo exterior, se activen en el público todos sus prejuicios. Y nuestras películas suelen complacer esos prejuicios al pie de la letra, evitando toda construcción sicológica de los personajes y, de paso, cualquier cuestionamiento sobre el orden social.

Todos los personajes de El Jefe, y la estructura y organización misma de la película, responden a ese procedimiento. Así, la esposa maltrecha físicamente por un reciente embarazo -Marcela Benjumea- debe ser traicionada por su despampanante amiga -Katherine Porto- y el insatisfecho esposo -Carlos Hurtado-: el jefe de una compañía colombo-argentina de mermeladas, que en realidad es la fachada de una mucho más efectiva empresa de producción de detergentes.

Cuando, por poner un ejemplo, la película quiere mostrar el infierno en que se puede convertir un matrimonio, no lo hace demostrando ese devenir como algo que le puede ocurrir a cualquiera, sino "desde arriba", es decir, como algo que le ocurre a los otros: a los feos, a los que se parten el lomo trabajando -o maltratando a los demás en el caso de nuestro protagonista-, a los que engordan y usan ropa interior ordinaria. La identificación del público (y la implicación del director) se basa en su superioridad.


Como ocurría en Bluff, otra comedia negra -por poner un solo ejemplo- son los listos y los bellos quienes se salen con la suya. Se reserva para el final una sorpresa al espectador, pero uno tendría que haber sospechado antes que la lógica de la película llevaba irremediablemente hacia allá. El cine colombiano ha recorrido un largo camino -¿el mismo del país?- desde aquella cándida celebración de lo popular de una película como La estrategia del caracol hasta este fascismo encubierto de una película como El jefe donde según el debutante director Jaime Escallón, en declaraciones a Semana: "todo el mundo va a encontrar un pedazo de sí mismo en alguno de los personajes". http://www.semana.com/noticias-enfoque-principal/todos-tienen-algo-jefe/150208.aspx

Más aún, agregaría yo, todos podríamos encontrar en El jefe, la satisfacción del clasista y el racista que llevamos dentro, y vengarnos vicariamente del pobre y del feo, y encontrar nuevas razones para alternativamente odiar y desear a aquellas bellas mujeres que no sueltan prenda y no dan puntada sin dedal. En fin, la película es un manual de hostilidad social en todas las direcciones.(1).

Ya que este estilo y visión del mundo ha hecho carrera en Colombia, no sobra preguntarse si merece ser mirado como una especie de super-estructura o relato nacional, como una suerte de "nueva ficción fundacional" que traduce las bases ideológicas de lo que es la convivencia social en Colombia aquí y ahora. El cine, supuestamente un discurso crítico, no haría más que heredar exclusiones de vieja data y servir de punta de lanza a la "profilaxis social".

Este asunto ya lo había intuido yo mismo en el artículo escrito para Cahiers du Cinéma España, y disponible en este mismo blog: como no podemos eliminar de hecho al otro -al que no cuadra en la norma de lo correcto y deseable para nuestra fábula de identidad social, sexual y racial-, lo hacemos simbólicamente. Y el cine colombiano nos permitiría escenificar esa necesidad y compensarnos de su imposibilidad práctica.

Notas: (1). Recomiendo el libro de William Ian Miller, Anatomía del asco, para quien quiera leer más al respecto de cómo se despliegan socialmente estos mecanismos de hostilidad, especialmente el capítulo: "El desprecio mutuo y la democracia".


Ver el trailer en:

9 comentarios:

Julio Luzardo dijo...

Me pareció muy bueno tu comentario, Pedro Adrián. Quiero hacer una pregunta un poco irrespetuosa: ¿Por qué el cine colombiano parece hecho por graduados del Colegio Superior de Camioneros y tiene la sutileza de una tractomula? Espero que no todos seamos de tan mal gusto. En Facebook Augusto Bernal comentó de EL JEFE que "LLegamos finalmente al cine de CALDO DE COSTILLA, barato y taquillero. Que buen boom. De Bombonbum a pirulito. Adelante cineastas..." Tuve el privilegio de ver el guión original antes de ser enviado a Ibermedia y sinceramente la versión de Escallón no le hace ningún favor. Nos falta mucho para hacer buenas comedias.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Julio: Yo soy de los que creo que hay abundantes y buenas ideas en el cine colombiano, y sospecho que algunos guiones afortunados -aunque no conozco muchos proyectos en esa fase-. Pero creo que el buen cine no se hace solo con ideas sino con oficio, disciplina y trabajo, con cuidado en el montaje y la puesta en escena, el decoupage del que hablan aún los franceses, pero logran tan bien los norteamericanos.

No sé que pudo haber pasado en El jefe. ¿Acaso el trabajo en televisión, con sus exigencias propias, y de donde viene Jaime Escallón, puede arruinar tanto el gusto hasta dejarlo al nivel de un camionero -y con mucho respecto por ese gremio-?

Yo creo que el problema es del promedio que compone el sector cinematográfico, con su bastedad y ordinariez, su desprecio por la cultura y su culto al mercado. Pretendiendo hacer películas para el supuesto mal gusto de la gente -¿cuál gente?- lo único que demuestran es su propio mal gusto. Pues es más fácil mirar la paja en el ojo ajeno que no la mugre en el propio.

Yo leí el comentario de Augusto Bernal y el boom bun que despertó, pero también es responsabilidad de los críticos -digo, es lo que podemos aportar- cualificar la discusión, darle altura, reducir adjetivos y proponer discusiones con argumentos.

Anónimo dijo...

Pero al fin qué con este Luzardo, es esquizofrénico? En su página web dice que películas como "El Jefe" y "el paseo" le muestran el camino al cine colombiano y son el tipo de cine que se debería hacer y luego viene aquí a decir que parecen hechas por camioneros. Lo uno o lo otro? Coherencia viejo!

Julio Luzardo dijo...

Muy bien respondido Pedro Adrián. En cuanto a Don Anónimo, desfazado como siempre. En mi página web yo hago artículos basados en las cifras del medio y hago mis enterpretaciones personales al respecto, pero nunca crítico las películas o a mis colegas porque no me parece ético. Aquí estaba lanzando una pregunta general para abrir un tema de discusión que me preocupa y mostrando mi desilusión con los resultados, que yo sé perfectamente bien que hubieran podido ser mejores. Apoyo estas películas de por sí porque es bueno que se logre buena taquilla de nuevo, por encima de cualquier opinión personal. El cine colombiano lo necesita. Mi opinión personal sobre ellas me las reservo. Me parece más grave saber datos como el de Argentina, donde en el 2010 se distribuyeron más de 100 películas nacionales; 17 dieron algo de plata y 83 de ellas no lograron pasar de los 10.000 espectadores cada una. ¿Eso es lo que queremos en Colombia? ¿Cine Kamikasi?

Anónimo dijo...

Pedro Adrián, realmente no me parece que El Jefe sea un buen ejemplo de su teoría, sobre todo, creo que se equivoca al sugerir que el subtexto de esta sea una ideología fachista (por Dios!), que pretende eliminar simbólicamente al otro. El equivalente sería sugerir que las películas de Sacha Baron Cohen (Borat, Bruno) son homofóbicas o racistas porque llevan al extremo y al absurdo los estereotipos, cuando precisamente se trata de desempacar dichos prejuicios. El problema con su análisis está en que omite un análisis de poder, de género y de clase. Lo que si me dejó alarmada es como en los comentarios de nuestros camaradas críticos y veteranos cineastas, esos sí, develan ese clasismo (al referirse tan despectivamente a los conductores) y ese sentido de superioridad y egocentrismo característico del gremio. No será que parecen más bien ustedes quienes quisieran eliminar simbólicamente a los otros? Esta también es una llamada a la mesura, y al uso de argumentos RACIONALES en la discusión.
Dentro de lo positivo considero que la película expone la alarmante precariedad laboral a la que los trabajadores no calificados se ven expuestos en la pequeña empresa, sobre todo a partir de la era Uribe. Creo que una de las razones que explican la taquilla (además del sexo y el humor) es que las situaciones absurdas en cuanto a las relaciones figura de autoridad – subalterno reflejan y cuestionan lo que muchos vivimos en el día a día.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Siempre hay un riesgo de caer en un terreno pantanoso cuando se comentan las películas ideológicamente. Sobre todo, es fácil sobreinterpretar y no hacerle justicia a la película en sí misma. Pero en el caso del cine colombiano es llamativa la reiteración de cierta mirada sobre lo popular, que exige -como usted dice- un análisis de fondo sobre relaciones de poder, de clase y de género. Lamentablemente una reseña no es el lugar para profundizar en esas implicaciones. Solo podría apuntar la diferencia que hay entre reirse con el otro -lo que implica un ejercicio de solidaridad, entre iguales- y reirse del otro -que es una manifestación de superioridad-. Esto último lleva consigo un afianzamiento del statu quo, del orden social. Encuentro el cine colombiano muy propenso a encontrar el camino expedito para burlarse del pobre, del feo, del gay, de la mujer, mientras la estructura social permanece intacta y sin ser sometida a ningún cuestionamiento.

Anónimo dijo...

Buen punto, creo que esa es una premisa del cine mainstream en todos lados y en una sociedad tan racista y clasista como la colombiana la producción cultural o la reta, o la reafirma y reproduce. No obstante, tal vez se acuerde que hace unos 10 años hubo un estudio en la Javeriana sobre este tema. Una de las dificultades que los investigadores encontraron en aquel entonces es que al ser una industria tan precaria y con tan pocos espectadores en sala, no hay realmente evidencia concluyente que el cine colombiano cumpla dicha función (la cual es necesariamente dialéctica), como si lo hace de manera evidente el cine de Bollywood, y muchas otras industrias bastante más robustas que la nuestra. Para el caso colombiano, considero mejor analizar cada película dentro de su particularidad y en su contexto.
Había leído la novela de Antonio García la cual me gustó, a pesar de ciertos apartes inconexos. Al ver la película noté que los roles femeninos tomaron un mayor poder de decisión sobre los eventos cruciales en el desarrollo de la historia. Creo que esta no es una película que celebre los personajes bonitos, los de clase alta, o los correctos. El único bonito, el argentino de ojitos azules que llegó de estudiar en el exterior y asume la presidencia de la empresa, es un idiota. Lo mismo el intelectual esposo de Angela. Creo que la película, más que cualquier otra cosa se está burlando de una figura de poder, y del ejercicio ilegítimo del poder, mostrándolo en toda su desfachatez. Los pobres y desgraciados en la historia (el man que necesita del aumento, el que fue despedido, la esposa del Jefe, etc) sí demuestran su sentido de agencia para generar un viro en el desarrollo de los eventos, y de hecho, el final en la película (el cual es diferente al del libro) es el resultado de las múltiples acciones de estos por reposicionarse. El Jefe pueda que le genere a uno guayabo moral por muchas razones –incluyendo aquellas que no complacieron el “buen gusto” de Augusto Bernal y Julio Luzardo- pero que busque reafirmar el orden social con base en un desprecio por los otros? no creo. Entre tanto, un ejercicio interesante puede ser recurrir a Bourdieu para analizar dichos “nobles” gustos algún día.

Pedro Adrián Zuluaga dijo...

Muchas gracias por sus aportes. Ayudan a relativizar algunas afirmaciones que nacen como usted menciona, de mirar las películas colombianas como un conjunto y no en sus particularidades. Sobre que haya varios personajes en El jefe que "demuestran su sentido de agencia" y que buscan "reposicionarse", no estaría muy seguro. Al fin y al cabo, estos personajes que usted menciona ¿qué transformación logran?, ¿quién se sale finalmente con la suya?
No conozco el estudio de la Javeriana que usted menciona (¿podría precisarse la referencia?). Tengo muy presente en cambio Nación y melancolía de Alejandra Jaramillo, quien analiza la recurrencia de la disminución del yo en los personajes de las películas y novelas colombianas mejor socializadas, como una manifestiación de duelo nacional (o melancolía social, muy útil para el poder en tanto nos inhibe para la acción). Ella si se mete con el tema de la incidencia social de las películas, que por supuesto es mayor si es más alto el número de espectadores.
No estaría de más leer a María Jimena Duzán el domingo pasado (23 de enero) en Semana.
Muy pertinente también que nos recomiende a Bourdieu para el tema del gusto y la distinción. Willian Ian Miller, a quien cito en el artículo, también ilumina el funcionamiento de estos mecanismos.

Anónimo dijo...
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